Algo en el espacio está enviando señales a la Tierra desde hace 35 años y los astrónomos no saben qué es.
Estas ondas de radio se repiten cada 22 minutos y hasta ahora no tienen explicación clara. “Solo el tiempo dirá qué más se esconde en estos datos”, sostiene una física sobre la señal.
En la inmensidad del espacio, hay múltiples fenómenos cósmicos que emiten distintos tipos de radiación electromagnética. En ocasiones, esta es emitida con dirección a la Tierra, donde los astrónomos pueden analizarla e identificar su origen. Sin embargo, un reciente estudio publicado en la revista Nature reporta una señal repetitiva en ondas de radio que llega a nuestro planeta desde hace 35 años y cuyo origen no puede ser explicado con claridad por el momento.
Un equipo de investigadores detectó la señal con el radiotelescopio Murshinson Widefield Array, en Australia, cuando escaneaba el disco de nuestra galaxia, la Vía Láctea. “No tuvimos que esperar mucho. Casi tan pronto como comenzamos a buscar, encontramos una nueva fuente, en una parte diferente del cielo, esta vez repitiéndose cada 22 minutos”, cuenta Natasha Hurley-Walker, astrónoma de la Universidad de Curtin.
Radiotelescopio Murchinson Widefield Array, ubicado en Australia Occidental. Foto: ICRAR
Apenas dieron con la ubicación de la fuente de la señal, a 15.000 años luz de distancia, apuntaron telescopios de luz óptica y rayos X para corroborar la detección. Así, se determinó que estos pulsos duraban cinco minutos cada uno.
Al buscar los registros más antiguos de ondas de radio, se dieron con la sorpresa de que esta fuente estaba enviando dichas señales a la Tierra desde 1988.
Ondas de radio que llegan a la Tierra
Las ondas de radio más comunes provienen de los púlsares, nombre que reciben las estrellas neutrones (el remanente de una estrella gigante que explotó) que emiten rayos energéticos a medida que giran. Cuando estos faros cósmicos apuntan a la Tierra, se detecta como un pulso de radio que dura de milisegundos a segundos.
Cuando las señales duran más tiempo, se asocian con magnetares, que son como púlsares evolucionados con campos magnéticos extremadamente poderosos. Uno de estos objetos astronómicos puede haber causado los pulsos detectados en nuestra galaxia en 2020.
El problema es que la fuente de la nueva señal detectada, denominada GPMJ1839-10, no parece ser ni un púlsar ni un magnetar, según los autores del hallazgo.
¿Qué produce estas señales?
Para que un púlsar demore tanto tiempo en volver a lanzar un pulso hacia la Tierra, este debería girar unas 1.000 veces más lento, lo cuál lo colocaría “por debajo de la línea de muerte”, el límite teórico que indica qué tan lento puede girar un púlsar antes de apagarse.
“Asumiendo que es un magnetar, no debería ser posible que este objeto produzca ondas de radio. Pero las estamos viendo. Y no estamos hablando solo de un pequeño parpadeo de emisión de radio. Cada 22 minutos, emite un pulso de energía de longitud de onda de radio de cinco minutos y lo ha estado haciendo durante al menos 33 años. Cualquier mecanismo que esté detrás de esto es extraordinario”, sostiene Hurley-Walker en un comunicado.
Por su parte, Victoria M. Kaspi, profesora de Física en la Universidad de McGill, sin vínculo con el estudio, comentó para la revista Nature: “Solo el tiempo dirá qué más se esconde en estos datos y qué revelarán las observaciones a través de muchas escalas astronómicas de tiempo”.
Los astrónomos planean realizar más observaciones de GPMJ1839-10 para estudiar mejor sus propiedades y comportamiento. De ese modo, podrían confirmar si realmente es un magnetar, un nuevo tipo de objeto estelar o algo más.
¿Cómo funciona el radiotelescopio Murshinson Widefield Array?
Los radiotelescopios están diseñados para captar ondas de radio en el espacio. El Murchison Widefield Array (MWA) está compuesto por 4.096 antenas en forma de araña sintonizadas para recibir señales del cielo entre 70 y 300 MHz. Destaca por su amplio campo de visión, resolución de tiempo de nanosegundos y agilidad de puntería digital.
El radio telescopio MWA está ubicado en el Observatorio de Radioastronomía CSIRO Murchison, a 300 kilómetros de Geraldton, en Australia Occidental. Desde que inició sus funciones en 2013 ha recopilado decenas de petabytes de datos que son enviados al Centro de Investigación de Supercomputación Pawsey, en Perth, y posteriormente analizados por investigadores de todo el mundo.
El radiotelescopio MWA tiene 42 petabytes de datos almacenados. Foto: MWA